¡Gilipuertas!
Lo reconozco, me ha salido del alma. Y es que hay seres que no merecen otro calificativo. Incluso me atrevería a decir que, dado su coeficiente intelectual, le estamos haciendo un halago al referirnos en esos términos a su persona.
Gilipuertas es una palabra injustamente tratada en nuestra insigne lengua castellana. Debería ser de uso más común e incluso yo diría que debería imponerse su uso al menos una vez al día. La gente hace reiki, yoga, pilates y demás cosas de contorsionar el cuerpo para encontrar la paz interior y nada como un insulto a tiempo sin necesidad de rebozar lorzas por colchonetas de Decathlon.
La manera de insultar define a la persona. Los hay barriobajeros y poligoneros, pero un Quevedo, un Ramón Gómez de la Serna, un Cela o un Pérez Reverte fueron y son maestros del insulto.
Piltrafilla, tuercebotas, mequetrefe, zascandil,... Es tan rica nuestra lengua para deslenguados que es una pena que nos hayamos vuelto moderados en nuestros discursos.
Desde aquí os invito a todos a insultar al prójimo, aunque sólo sea por dentro,
Abrazafarolas del mundo, cornudos, tontos a las tres, mascachapas, todos, uníos a mí y no dejemos que haya insultos que caigan en el olvido.
¿Cuál es tu insulto favorito?